A través de tarjetas, invadimos la Universidad Javeriana de Bogotá con varios piropos.

 

Tomamos desde los baños y salones hasta el gimnasio para repartir los piropos más sucios y obscenos, similares a los que escuchamos a diario, pero dirigidos a hombres. 

 

La campaña pretendió (y todavía lo hace) abarcar la mayor cantidad de espacio posible, pero sin dejar rastro de quién la está haciendo. La idea de que sea tan invasiva, busca generar la misma frustración que una mujer siente en la calle cuando repetidamente la acosan y le dicen piropos. Por esto, imprimios aproximadamente mil tarjetas, que dejamos en los mismos lugares una y otra vez. 

 

Si miras con atención, todavía podrías encontrar una.